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El Nacimiento

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  • Paisajes

Descripción

No existiría Cabra del Santo Cristo si no existiera este manantial. Con esta afirmación tan categórica pretendo destacar su enorme valor, pues esas aguas hace siglos que riegan nuestros campos, han aportado la energía necesaria a nuestros molinos, han reunido a lo largo de su recorrido a afanosas lavanderas, han llevado sus aguas a los abrevaderos, fuentes y calles del casco urbano y no sólo para dar de beber, sino también para las tareas domésticas, las obras, o el riego de los huertos tan característicos del interior de nuestras viviendas.

El paisaje está determinado por la percepción humana y es el resultado de la interacción de los elementos de la naturaleza y el hombre, luego la acción humana ha condicionado la transformación del paisaje natural y la inclusión de elementos culturales que le dan valor, por lo que es necesario preservarlos y potenciarlos. Estamos por tanto ante un recurso natural que ha permitido, no sólo la subsistencia sino también la actividad económica desde que el hombre llegó a estas tierras.

En la actualidad resulta complicado imaginar cómo sería este manantial y su inmediato curso sin esa interacción por la que el ser humano ha creado un lavadero, que es lo que ahora vemos en el Nacimiento, o aguas abajo en los molinos de Matías y del Nacimiento, en la Balsa, el Charcón, los lavaderos de la Pileta y el Arroyo, o las numerosas albercas y la red de acequias para el regadío del lugar conocido como “el Sitio”. En algún momento debieron crearse esas infraestructuras y lo más probable es que nos tengamos que remontar a mucho tiempo antes de la repoblación del Sitio de Cabrilla. Hoy trataremos sólo del entorno más próximo al Nacimiento, así que lo relativo a lo que encontramos aguas abajo de este arroyo que tanta vida ha repartido desde tiempo inmemorial formará parte en el futuro de un nuevo post.

Para intentar imaginar cómo eran esos lugares no hace mucho tiempo, cuando aún cumplían con el cometido para el que fueron creados contamos, cómo no, con la impagable obra fotográfica de Arturo Cerdá y Rico, de tal forma que podemos ver en alguna de sus fotos también cierta evolución, es el caso del mismo manantial en su estado natural previo a su encauzamiento, pues no hace tanto, hasta 1910, donde hoy vemos los siete caños sólo había un roquedo del que manaban las cristalinas aguas que pare la Sierra Cruzada.

Aspecto natural
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Cabe suponer que antes de que existieran los molinos bajaría por aquí, por las inmediaciones de la Fuentezuela, el cauce natural del Nacimiento, pero al ser estos construidos se canalizaron las aguas hasta el cubo que aún se mantiene en pie y cuya función era mover el rodezno del molino de Matías. Se trataba de un molino de rodezno como hemos dicho, de estructura bien sencilla, así que las aguas del Nacimiento se precipitaban mediante el caz, o acequia, hasta el pozo donde se encuentra el saetillo, que son unos conductos que dan al agua la máxima presión haciendo mover con fuerza una rueda con aspas y moviendo también una viga de madera (rodezno) que a su vez hacía girar las dos grandes piedras -solera y volantera- situadas en la parte superior. Las piedras del molino sobre las que la tolva hace descender el grano. Esas piedras había que rectificarlas (picar la muela) a fin de que los efectos de su rotación fueran perfectos hasta extraer la harina del grosor deseado, al alza o a la baja, según la separación de las piedras que se consigue utilizando el alivio. Por sus servicios, el molinero cobraba en especie, la maquila.

Después de éste había otro molino y después la Balsa, pero ello se escapa al objetivo de esta entrada con la que, como hemos dicho, hemos querido ofrecer una visión del entorno más cercano del manantial del Nacimiento por tratarse de uno de los lugares patrimoniales más importantes de Cabra, tanto en su vertiente natural, como paisajística y etnográfica, de ahí la importancia de preservarlo y promocionarlo, siempre procurando que en la medida de lo posible ello sirva para concienciar a la ciudadanía de que su disfrute no debe estar nunca reñido con el respeto al patrimonio heredado.

Aquellos paseos familiares durante las cálidas noches de verano son recuerdos que a muchos cabrileños nos retrotraen a nuestra niñez, o más tarde, cuando siendo adolescentes pasábamos animadas madrugadas en torno a un buen ponche. Una memoria que debe actuar de antídoto de incívicos comportamientos, porque el Nacimiento mantiene un hondo sabor y resulta un verdadero tesoro del que nos sentimos orgullosos cuando lo enseñamos a quienes nos visitan. Una obligada visita a este hermoso paraje desde donde además se goza de una de las vistas más emblemáticas y bellas de la localidad.


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